Me llamo Melanie Ferrero. Vivo en España, en Madrid. Soy una chica normal, del montón; siempre había odiado ser una más entre millones.

Justo en el momento en el que pensaba que mi vida no podía ser más monótona, llegó él a mi vida y la puso patas arriba, me hizo destacar y sentirme la más especial del mundo entero con una sola mirada y una sonrisa.

Pero, claro, la vida no podía ser tan fácil.

sábado, 7 de abril de 2012

Cap. 4: Decisión

Llegué a casa exhausta. Después de darle las buenas noches a la abuela, que estaba en la cama pero padecía de insomnio y pasaba las noches en vela, me dirigí hacia mi habitación y me senté en la cama, sin saber muy bien qué hacer. Había conocido a Justin Bieber y nos habíamos pasado la tarde jugando al baloncesto y hablando.
No me podía imaginar la cantidad de chicas que hubieran matado por estar en mi lugar en aquel momento. Ni siquiera yo podía creer aun lo que me había pasado. Me hubiera pellizcado para comprobar si estaba dormida, pero si aquello era un sueño, prefería no despertar jamás.
'Tranquilízate y piensa con claridad, Mel', me dije, '¿Cuántas posibilidades hay de que ésto continúe cuando ambos os vayáis de León? Justin seguirá con su vida, y tú con la tuya. ¡Vamos, despierta! Vive en América, tiene millones de fans y una carrera profesional importante por delante. No se fijaría en ti. Le has caído bien, pero, venga, es imposible que vea en ti algo que no haya visto ya miles de veces en otras. Además, tiene novia. Y si sólo quieres ser su amiga, entonces adelante, queda con él, pero la semana que viene todo ésto habrá acabado'.
Sacudí la cabeza y saqué mi pijama del armario donde lo había guardado mi abuela, después de plancharlo. Lo llevé al baño y también llevé mi neceser, con todas las cosas de higiene.
Me duché muy rápidamente, con el agua helada (mi abuela tenía poco dinero y no quería que gastase en calentar agua) y después me desenredé el pelo y me lo peiné en una trenza, como todas las noches, para que no se me despeinase más de lo normal. Luego, me depilé las piernas, me puse el pijama y me lavé los dientes.  Dejé mi neceser en un rincón del baño y doblé mi chándal con cuidado. Normalmente, lo dejaría todo hecho un burruño, pero la abuela tenía un afán de ayudar en la casa que le haría querer recoger mi habitación todos los días, y ella estaba recuperándose de una operación de cadera, de modo que no le convenía hacer mucho ejercicio físico. Así que lo único que me quedaba era dejarlo todo impecable.
Miré el reloj. Eran las dos. Mañana sería un gran día.
Me conecté los cascos al iPod y me metí en la cama. Estaba cansada físicamente, pero no mentalmente. Mientras me duchaba, había tomado una decisión. Justin era una persona increíble, era adorable y gracioso, pero a la vez maduro y responsable. Sería un perfecto novio, claro, pero éso no entraba en mis posibilidades. Así que, ¿por qué no ser amigos y ya está? No hacía falta complicarse la vida. No nos volveríamos a ver después de esta semana. Pensaba aprovecharlo muy bien. Conocería a fondo a Justin, algo que tantas y tantas chicas habían deseado fervientemente... y yo lo tendría.